Verdaderamente, señor cura, yo
hallo por mi cuenta que son erjudiciales en la república estos que
llaman libros de caballerías[…]. Y si a esto se me respondiese que
los que tales libros componen los escriben cosas de mentira, y que
así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades,
responderles hía yo que tanto la mentira es mejor cuanto más parece
verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y
posible. Hanse de casar las fábulas mentirosas ocn el entendimiento
de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que, facilitando
los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos,
admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden un
mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas
no podrá hacer el que huyere de la verosimilitud y de la imitación,
en quien consiste la perfección de lo que se escribe. No he visto
ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero
con todos su miembros, de manera que el medio corresponda al
principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen
con tantos miembros, que más parece que llevan intención a formar
una quimera o un monstruo que a hacer una figura proporcionada. […]
-Así es como vuestra merced dice,
señor canónigo-dijo el cura-, y por esta causa osn más dignos de
reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin
tener en advertencia a ningún buen discurso, ni al arte y reglas por
donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en
verso los dos príncipes de la poesía griega y latina.
-Yo, a lo menos-replicó el
canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de
caballerías, guardando en él todos los puntos que he
significado.[…]Pero lo que más me le quitó de las manos, y aún
del pensamiento de acabarle, fue un argumento que hice conmigo mesmo,
sacado de las comedias que ahora se representan, diciendo: “Si
estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia,
todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies
ni cabeza y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y
las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que
las componen y los actores que las representan icen qie así han de
ser; porque así las quiere el vulgo y no de otra manera, y que las
que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven
sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se
quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor
ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos […]
-En la materia ha tocado vuestra
merced, señor canónigo- dijo a esta sazón el cura-, que ha
despertado en mí un antiguo rencor que tengo con las comedias que
agora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libreos de
caballerías: porque habiendo de ser la comedia, según le parece a
Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las costumbres e imagen
de la verdad, las que ahora se representan son espejos de disparates,
ejemplos de necedades e imágenes de lascivia.
(Quijote,I,47-48)
- Tema, estructura y resumen.
- A partir de las opiniones del canónigo y el cura, explica cuáles son, según Cervantes, los conceptos fundamentales en los que se basa la perfección literaria.
- En relación con esos conceptos, justifica la crítica que ambos personajes hacen de los libros de caballerías.
- La segunda parte del texto es una dura crítica del teatro de Lope de Vega. ¿En qué aspectos coincide esta crítica con la que se ha hecho inmediatamente antes de la literatura caballeresca? Compara las consideraciones que hace Cervantes sobre la opinión del vulgo con estos versos del Arte Nuevo de Hacer Comedias: cuando he de escribir una comedia/encierro los preceptos con seis llaves[…]/ y escribo por el arte que inventaron/ los que el vulgar aplauso pretendieron,/porque, como las paga el vulgo, es justo/hablarle en necio para darle gusto.
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